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WILLIAN FREDY PALTA VELASCO

EDUCACIÓN PARA LA CIUDADANÍA: UNA APUESTA PARA LA TRANSFORMACIÓN SOCIAL

EDUCACIÓN PARA LA CIUDADANÍA: UNA APUESTA PARA LA TRANSFORMACIÓN SOCIAL

 

En el momento actual, es necesario revisar el contenido y los métodos de la educación para la ciudadanía y orientarlos hacia el desafío de una formación de ciudadanos demócratas capaces de definir nuevas fórmulas de cohesión social que posibiliten “vivir juntos”

Gloria Pérez Serrano

Pedagogía Social

La ciudadanía se ha constituido en las últimas décadas en una preocupación para la investigación ética y política, en la que la educación no puede desligarse de su compromiso social, lo que implica pensar su lugar en la reconstrucción del tejido social; en la promoción del bienestar; en la consolidación de una cultura de los Derechos Humanos y en la humanización como criterios de acción que corresponde a su responsabilidad  ética-política. Por lo tanto, en la presente reflexión se pretende abordar la educación para la ciudadanía, como el agente dinamizador de procesos democráticos, fruto del empoderamiento de la conciencia  y la reflexión crítica de la realidad sociopolítica. Para tal propósito transitaré por dos momentos específicos: la educación como praxis política y la ciudadanía como agencia transformadora, que nos lleva a concluir que la educación ciudadana es un camino de transformación.

 

1.       La educación como praxis política

Afirmar que la educación es una praxis política, exige configurarla desde una dimensión ética (ethos) que otorgue un carácter distintivo. La educación debe renunciar a pensar en prácticas educativas lejos de toda conexión y reflexión política y de una unión solo discursiva, pero distante de su quehacer. La educación como praxis política implica asumir una postura clara, coherente y radical frente a la problemática social que impide al ser humano vivir con dignidad, en este sentido Torres va afirmar que “toda práctica educativa es política, así como la práctica política es educativa. Las prácticas educativas siempre son políticas porque involucra valores, proyectos, utopías que reproducen, legitiman, cuestionan o transforman las relaciones de poder prevalecientes en la sociedad; la educación nunca es neutral, está a favor de la dominación o de la emancipación” (Torres, 2012, pág. 2).

 

La educación, entonces, no es neutra, debe  tomar, radicalmente, distancia de otras apuestas pedagógicas, que legitiman una práctica política  basada en la economía de mercado y disfrazadas de propuestas seudo-democráticas, que amenazan la vida y conculcan la dignidad humana. Es por esto, que una educación política (que no debe confundirse con tomar la educación para hacer proselitismo) requiere orientarse desde algunos lineamientos como: i) tener conciencia de las víctimas y procurar la superación de sus negatividades;  ii) una educación  crítica y humanizadora, que se presente, siguiendo a Freire (2005),  como superación de la educación bancaria; iii) una educación  que se indigne frente al dolor, el sufrimiento y la injusticia porque “la escuela está viva, es un buen lugar para la resistencia y la construcción” (González, 2005, pág. 48) Todo esto significa que una educación política es ante todo democrática, porque le apuesta a la participación simétrica. Desconocer el carácter político de la educación es renunciar a la posibilidad de transformación y liberación, es no asumir la responsabilidad de superar lo ejercicios deformados del poder como dominación, renunciar hoy a esta dimensión de la educación es  renunciar a la apuesta de ciudadanía.

 

2.       La ciudadanía como agencia transformadora

Hablar de ciudadanía es necesariamente referenciar la política desde una práctica esencialmente democrática, a partir de la aplicación de criterios que permitan obrar con pretensión de justicia (cfr. Dussel, 2009) en este sentido, ser ciudadano es un compromiso ético y moral,  procurar actuar desde el reconocimiento y la participación simétrica  de todos los actores de la comunidad política, como agentes necesarios para alcanzar consensos legítimos (Cfr. Palta, 2011). Esto requiere reconocer la dimensión esencialmente comunitaria de la ciudadanía que obliga establecer relaciones de proximidad. Siguiendo esta idea comprendo el ejercicio de la ciudadanía como agencia, es decir, la capacidad de gestar un tipo de sociedad que se considere valiosa.

 

Renuncia a la responsabilidad que implica la ciudadanía es no participar en la construcción de una sociedad que permita el desarrollo de la vida en las condiciones, éticas, sociales, económicas y políticas que consideremos valiosas, es decir impedir “el ejercicio de ―libertades fundamentales de que disfruta para llevar el tipo de vida que tiene razones para valorar”‖ (Sen, 2009, pág. 114). La ciudadanía, entonces, se comprende  como un compromiso por la Otredad (alteridad) que obliga negar toda negatividad, que impide a la vida humana desarrollarse plenamente, es por esto que la ciudadanía es una apuesta de transfornación social, un compromiso de reivindicación de la condición de víctima, como fruto de su concientización

 

La ciudadanía lleva implícito una actitud de defensa y cuidado de la vida frente a posturas, que le ponen en riesgo y le amenazan con su destrucción permanente, es el llamado como lo plantea Dussel “por la producción, reproducción y desarrollo de la vida humana concreta de cada sujeto ético en comunidad (Dussel E. , 1998, pág. 91) lo que obliga moralmente al ciudadano a transformar ese sistema de cosas que hacen inhumano el proceso político, que quita toda aspiración al deseo y a la inquietud humana.

 

3.       La educación ciudadana es un camino de transformación

Siguiendo el recorrido hecho hasta aquí nos lleva a manera de conclusion afirmar que la educación ciudadana, en cualquier nivel de formación, es un camino que posibilita transfornación social, por lo que la educación para ciudadanía debe propender por ciudadanos críticos, activos, que procuren procesos de emancipación. En este sentido, la ciudadanía implica una conciencia crítica y un compromiso de participación, exigiendo comprender la importancia de la educación para la ciudadanía para gestar las movilizaciones sociales, tal como lo afirma Freire “la ciudadanía no llega por casualidad: es una construcción que, jamás terminada exige luchar por ella, exige compromiso, claridad política, coherencia, decisión. Es por esto mismo, por lo que una educación democrática no se puede realizar al margen de una educación de y para la ciudadanía (…)(Freire, 2004, pág. 133).

Esta educación para la ciudadania es una dimensión ética y política de la escuela (desde el pre-escolar hasta los estudios de doctorado) más que una práctica académicista de cursos y materias.  Esto es que la educación ciudadana trasciende los ejercicios de competencias ciudadanas, los cursos de urbanidad, civismo y más, que sin un carácter propiamente democrático y  participativo son activismos pedagógicos que degastan el sentido mismo de la ciudadanía, al respecto Freire afirma: “He aquí una de las tareas de la educación democrática y popular, de la Pedagogía de la esperanza: posibilitar en las clases populares el desarrollo de su lenguaje, nunca por el parloteo autoritario y sectario de los “educadores”, de su lenguaje que, emergiendo de su realidad y volviéndose hacia ella, perfile las conjeturas, los diseños, las anticipaciones el mundo nuevo. Ésta es una de las cuestiones centrales de la educación popular: la del lenguaje como camino de invención de la ciudadanía (Freire, 2011b, pág. 59).

Finalmente, entre los retos de la educación ciudadanía que configuran su carácter ético- político, está el propiciar espacios para encuentros dialógicos, participativos, rompiendo con toda asimetría pedagógica. Es permitir la expresión de una “palabra” crítica, abierta, participativa y transformadora, es decir, que debemos apuntarle a una educación ciudadana que empodere a las personas y les movilice a liberarse de su condición de víctima. Una educación ciudadana no está solamente enfocada a la formación de profesionales en serie, sino en agentes constructores de sociedades fraternas, solidarias y pacíficas, donde la vida pueda ser posible.

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Dussel, E. (1998). Ética de la liberacion en la Edad de la globalizacion y de la Exclusión. México: Trotta.

Dussel, E. (2001). Hacia una filosofía política crítica. España: Desclée de Brouwe rS.A.

Dussel, E. (2009). Política de la Liberación. II Volumen Arquitectónica (Vol. II). Madrid: Trotta.

Freire, P. (2010). ¿Extensión o comunicación? Montevideo: Siglo XXI.

Freire, P. (2011b). Pedagogía de la esperanza. México: Siglo XXI.

Freire, P. (2005). Pedagogía del oprimido. México: Siglo XXI.

González, G. (2005). Infancias. Imagenes de la sociedad. En I. Dussel, & S. Finocchio, Enseñar Hoy: Una introducción a la educación en tiempo de crisis (págs. 41-48). Buenos Aires: Fondo de Cultura económico.

Palta Velasco, W. F. (2011). El consenso fruto de la participación y el reconocimiento: fundamento del principio democrático. En XVI Congreso Internacional de Filosofía (págs. 1242-1261). México: AFM.

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Torres Carrillo, A. (s.f). www.pedagogica.edu.co/storage/ps/articulos/pedysab04_05arti.pdf. Recuperado el 30 de Mayo de 2013

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