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WILLIAN FREDY PALTA VELASCO

AGORA No 4: CARTA AUN MAESTRO

AGORA No 4: CARTA AUN MAESTRO

Apreciado Maestros y Maestras

 

Estamos en una sociedad que afronta difíciles momentos, donde la violencia, la guerra, la pobreza, el hambre, el desempleo, sumado esto a una crisis en la estructura moral, donde la vida ha dejado ser el valor fundamental y se relativiza a la economía; donde la prostitución, el consumo de sustancias psicoactivas y la corrupción estatal convierten a nuestra niñez en víctimas de un sistema necrofílico por economía. Es una sociedad donde el relativismo, el consumismo y otros fenómenos  se instalan en  el corazón y en las mentes de los jóvenes, quitándoles el sentido y lanzándolos hacia un vacio existencia expresado en actitudes de muerte. Sabemos que esta realidad no es ajena a la escuela y que el quehacer pedagógico se ve obstaculizado por estas realidades u otras tal vez más difíciles. Estoy seguro que en estos momentos existen muchos maestros deseando claudicar, porque se sienten cansados, desilusionados y han perdido su sentido, su fe y se repite constantemente la frase: “Nada se puede hacer con estos jóvenes”, de aquí surge la pregunta que deseo compartir: ¿Qué sentido tiene ser maestro hoy?

 

La respuesta se halla precisamente en este espectro de desesperanza, porque nosotros Maestros y Maestras debemos ser como llama iluminadora que orienta los corazones de los jóvenes hacia nuevos horizontes. En este sentido ser maestro hoy es una tarea iluminadora, porque es ser  agente de esperanza, de la esperanza que se tiene por la vida, por las personas, pero sobre todo es la profunda esperanza en un mañana mejor.

 

Nuestras sociedades neoliberales se caracterizan por un afán esquizofrénico de acumulación de capital, predica el individualismo como alternativa para alcanzar estabilidad, tranquilidad y satisfacción, ofreciendo un falso ideal de paz  y felicidad; muchos de nuestros jóvenes aunque abarrotados de información y con situaciones económicas resueltas, se sienten solos,  no encuentran sentido en su estudio, en su trabajo y en su vida, podemos decir entonces que  nuestros jóvenes tienen las manos llenas pero el espíritu vacio,  por eso recurren a las drogas, a la  promiscuidad y al suicidio; estos jóvenes están deseosos de cariño. Es así que nuestro quehacer tienen sentido, porque es una tarea profundamente amorosa, es decir, se inscribe en la misión trascendental de hacerlo porque se ama. Nuestra tarea, entonces es iluminar (ser esperanza) y amar (dar cariño). De aquí, que nuestro ejercicio implique gritar proféticamente que nuestra sociedad se ha equivocado por querer comprar los afectos, por materializar el amor y mercadear la vida.

Tiene, por lo tanto, mucho sentido nuestra labor docente, no porque sea una profesión que aporta buena remuneración económica, al contrario, esta misión realizada solo por dinero se tornaría  desgastante y traería amargura, tristeza y desilusión. Ningún salario es suficiente para recompensar la labor que desarrollan los Maestros y Maestras. El ser Maestro no es solo una profesión, es una vocación que implica un especial estilo de vida en donde se identifica ser y quehacer. Un estilo de vida coherente con la enorme responsabilidad de cambiar el mundo, de trabajar por nuevas estructuras donde la injusticia, la guerra y el rencor, sean cambiadas por nuevas estructuras hechas con manos de artesanos: artesanos de la justicia, la paz y el amor. Y   estas manos son las de la Maestra que enseña a leer, a cantar, a sumar; son manos de artesanos los del Maestro que desde la universidad prepara los nuevos profesionales. Si renunciamos a la misión ineludible de cambiar el mundo, es porque el mundo con su lógica ya nos ha cambiado a nosotros.

 

 Por lo tanto nuestra misión como Maestro y Maestra implica:

 

a)      Expresar que hemos asumido libremente nuestra vocación. Solo aquellos que hacen lo que aman, se sienten realizados, felices y esto se manifiesta espontáneamente.

b)      Educar como una acción esperanzadora, lo que exige ser una persona profundamente esperanzadora, optimista, que no se deja avasallar por la tristeza, el dolor y el odio.

c)      Profesar la confianza en el ser humano que aunque parezca perdido, siempre es posible vencer la adversidad. Esto requiere de la comprensión del que no juzga, ni censura, ni condena, es brindar confianza, creer en la palabras de todos, sin importan quien es y luchar por encontrar al ser humano por encima de sus grandes problemas.

d)      La plena convicción que nuestra labor tiene sentido, porque impacta la vida de los jóvenes y transforma sus comunidades.  

e)      Educar desde la alegría para transmitir el gozo de los aprendizajes. El deseo natural de aprender. El estudio, la lectura, la investigación no es un carga es una goce placentero, creativo y permanente.

f)       Vivir como expresión de plenitud humana, de la solidaridad y la comunión. El infeliz y amargado siempre se siente menos, perseguido y envidia la felicidad de los demás. Educar es una búsqueda permanente por la felicidad.

Por lo tanto, ser Maestro es un compromiso, una exigencia nada fácil, porque frente a ideologías oriundas del capitalismo, frente a la sociedad consumista, frente a una cultura de muerte y la desesperanza, nuestra tarea se presenta como un contracorriente: es decir, es actuar con un ethos diferente, con una lógica que defienda la vida y la justicia por encima de los intereses mezquinos del dinero. Es volver la mirada sobre el Maestro de Galilea que es el Educador por excelencia que camina en medio de la comunidad, anunciando la esperanza, amando y liberando.

Maestra y Maestro tu compromiso es mayor porque otros institutos y profesores, instruyen desde diversas pedagogías y didácticas, muy validas, pero que no comprometen su ser y pensar, muchos de estos se centra solo procesos cognitivos, resultado ICFES, competencias laborales legitimando con sus acciones el sistema vigente, aumentando el odio y la violencia. Pero los que han optado por ser verdaderamente Maestro (como una opción de vida: Vocación) la   misión es la propia vida que compromete la existencia en una construcción permanente de la Justicia, la libertad y la paz. 

 

Animo! Vale la pena y tiene sentido ser Maestro! porque somos los gestores de la vida, de la felicidad y el amor y para esto no hay obstáculo  que el  Maestro no pueda vencer. Permítanme Finalizar con la palabra de Ginott: “Llegué a una conclusión amedrentadora: Soy el elemento decisivo en el aula de clase. Es mi relación personal la que crea el ambiente. Es mi humor diario el que genera el clima. Como profesor poseo un tremendo poder para hacer la vida de un niño miserable o alegre. Puedo ser la herramienta de tortura o el instrumento de inspiración. Puedo humillar o alegrar, herir o curar. En todas las situaciones, es mi respuesta la que decidirá si una crisis podrá ser vencida o vencedora y si un niño puede ser humanizado o deshumanizado”

 

Fraternalmente,

Willian Fredy Palta Velasco

 

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